Es curioso, pero las mujeres nos pasemos casi toda nuestra vida fértil aguantando que los demás opinen sobre nuestra fertilidad. Primero, cuando somos adolescentes o jovencitas no paramos de escuchar "ten cuidado, no te vayas a quedar embarazada. Sería arruinarte la vida, tienes que estudiar, desarrollar una carrera, labrarte un futuro. Si te hacen un bombo el problema es tuyo, el chaval de desentiende". Y según vamos cumpliendo años nos toca oír eso de " ¿y los niños para cuándo? ¿Y no te quedas embarazada, que ya toca? ¿Es más importante tu carrera que tener un hijo? ¿Qué va a llenar tu vida más que eso?" Lo curioso es que en esta época lo de la reproducción tampoco debe ser problema de los hombres, porque a ellos nunca se les acosa con la pregunta de cuándo van a ser padres.
Tengo la firme convicción de que la capacidad anatómica y biología de una mujer para ser madre no significa que tenga la obligación de serlo. Tener, o no, es una decisión muy personal que cada mujer y cada una debería poder tomarla en libertad. Desde luego yo tengo la absoluta convicción de que decidir no reproducirse no le hace a una menos mujer, ni va a estar por ello menos realizada. Del mismo modo que decidir no tener un hijo no te convierte necesariamente en una trabajadora de éxito con una carrera muy brillante. Aunque no se puede negar que la maternidad se lo pone más difícil a las mujeres en el campo laboral; mientras que un hombre con hijos se ve como un trabajador fiel a la empresa que luchará por seguir alimentando a su familia, una trabajadora con hijos es considerada un problema, alguien que abandonará el puesto de trabajo en el momento en el que uno de sus retoños tenga el más mínimo problema.
Yo no quiero ser madre, y esa decisión no tiene que ver sólo con las ganas de desarrollar una carrera profesional. Tienen que ver con que un hijo es para toda la vida, no se aceptan devoluciones. Un hijo es para quererlo, criarlo, educarlo. Para mí eso significa que tienes que pasar tiempo con él, ni vale dejarle en la guardería o el cole de buena mañana y llenar sus tardes con actividades extraescolares para recogerle a la hora de la cena. O encargar a tus padres que se ocupen del niño todo el día, porque es tu hijo, no el suyo. Para mí eso significa que tienes que decirle "no" al niño y ponerle límites, la que manda eres tú, no ellos. Para mí eso significa que tu vida pasa a un segundo plano, porque la vida que de verdad importa es la de tu hijo; se acabaron las noches de fiesta, los vermús de domingo eternos, o esos ratos para hacer lo que a ti te dé la real gana. Para algunos puede resultar egoísta, pero yo creo que no lo es más que tener un hijo por dejar algo tuyo en este mundo o tener a alguien que te cuide en un futuro.
Quienes no sois mujeres en edad fértil sin descendencia no os podéis hacer a la idea de la presión social que hay para que te conviertas en madre, y una no puede traer niños a este mundo simplemente porque la gente espere que haya un recambio generacional que asegure sus pensiones o porque la ilusión de la vida de tu padre sea convertirse en abuelo. Una mujer tiene que ser madre porque está convencida de que quiere serlo. Y de que está preparada para serlo; yo soy de la firme opinión de que para ser padres biológicos habría que pasar las mismas pruebas que para ser padres adoptivos. Porque no nos engañemos, no todo el mundo está capacitado para ser padre. No hay más que sentarse en una terraza en la que haya niños para comprobarlo.
Pues bien, para todas esa mujeres que han decidido no ser madres va dedicada la receta de hoy. Porque ellas también se merecen un homenaje, una normalización de su situación y un dulce. Así que ahí van unas rocas de pan, aceite y chocolate, con un toque de sal Maldon. Un recuerdo de esas meriendas de toda la vida para tomar en un par de bocados. Pero claro, soy consciente de que aquellas que hemos decidido no ser madre también hemos salido del vientre de una mujer, así que tampoco pasa nada si hacemos estas rocas y decidimos regalarles unas cuantas a mamá, que al fin y al cabo ella nos lo dio todo en la vida.
Lo más difícil de estas rocas es atemperar el chocolate. Tenemos que conseguir que alcance una temperatura de unos 50ºC, después tendremos que rebajarla a unos 28ºC, y volver a subirla hasta los 31ºC, que es la temperatura a la que los cristales de la manteca de cacao se estabilizan al mismo tiempo, aportando brillo y crujiente al chocolate. Es importante atemperar el chocolate de manera rápida, así que lo movemos por la encimara de la cocina (¡bien limpia!) con ayuda de una espátula. Este es un paso profesional, para que los bombones queden perfectos, si no lo hacéis lo único que pasará es que vuestras rocas quedarán mates y más quebradizas, pero también darán el pego (siempre y cuando no añadáis el chocolate demasiado caliente), aunque yo os recomiendo atemperar, que tampoco es tan. Vamos, que hacer unas rocas en casa es pan comido.
Ingredientes:
- 300 g de chocolate negro
- 200 g de pan (yo he utilizado uno de centeno y cerveza)
- Aceite de oliva virgen extra
- Sal Maldon
Elaboración:
- Empezamos preparando el pan. Para ello lo cortamos en cuadraditos pequeños y los rociamos bien, procurando que queden bien empapados, con aceite de oliva virgen extra.
- Horneamos nuestros panecillos a 180ºC hasta que estén bien dorados. (Tened cuidado y removerlos de vez en cuando, porque se queman con facilidad).
- Sacamos los cuadraditos de pan del horno y los dejamos enfriar.
- Mientras, derretimos el chocolate y lo atemperamos. Recordad, tiene que alcanzar una temperatura de unos 50ºC, después tendremos que rebajarla a unos 28ºC, y volver a subirla hasta los 31ºC.
- Cuando tengamos el chocolate listo incorporamos los trocitos de pan con aceite y mezclamos bien.
- Damos forma a nuestras rocas con ayuda de una cuchara medidora dos cucharas de postre (para que tengan todas más o menos el mismo tamaño) y las ponemos sobe una bamndeja de horno forrada con papel vegetal.
- Terminamos añadiendo un poco de sal Maldon por encima.
- Sólo nos queda dejar que las rocas sequen completamente antes de poder comerlas. (O de envolverlas bonito para regalárselas a mamá).
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