Pastéis de Belém. O pasteles de Belém, que diríamos todos...

Lisboa es una ciudad increíble. A la altura de cualquier capital europea y, para mí, muy por encima de otras con mucha fama, como Berlín o París. Lisboa mezcla los azulejos de su pasado colonial con los cristales de los edificios que miran hacia el futuro, sin que la esencia de lo que siempre fue un pueblo (en el mejor sentido de la palabra), grande y acogedor, se pierda entre sus escaleras, cuestas y tranvías. Como diría Loquillo, Lisboa era el paso hacia la eternidad...

A Lisboa se puede ir a disfrutar de la cultura y de una ciudad con historia y encanto. A leer a Pessoa en el café A Brasileira o disfrutar del fado en la Alfama. A salir por las discotecas de moda en las Docas o, simplemente, a disfrutar de unos pastéis de Belém mientras miras al Tajo. 

Lisboa está a un paso de España, y es relativamente barata, pero por desgracia no podemos plantarnos allí siempre que queramos. Así que para viajar a Lisboa sin salir de casa, os propongo preparar ese dulce típico de la ciudad; los pasteles de Belém. O al menos algo que se le parece bastante...

 Ingredientes para la base:
  • Una plancha de hojaldre. Si la habéis hecho vosotros mismos, ¡felicidades, ya podéis apuntaros a MasterChef! Para los demás mortales vale una que hayáis comprado congelada. La de Lidl da muy bien el pego. (Sí, mucho mejor que la que compráis en Mercadona...)

Ingredientes para el almíbar:
  • 200 gr de azúcar
  • 100 gr de agua
  • Una rama de canela
  • La piel de un de limón (sólo la parte amarilla, que la blanca amarga)

Ingredientes para el relleno: 
  • El almíbar (que habremos hecho antes)
  • 170 ml de leche entera
  • 15 gr de harina
  • 10 gr de maizena
  • 3 yemas de huevo (de huevos medianos), batidas ligeramente y coladas

Lo primero de todo:
  • Estiramos un poco la plancha de hojaldre y formamos un rulo con ella. La cortamos en 12 discos lo más iguales posibles y rellenamos los moldes previamente enharinados. Yo utilizo esos moldes para 12 magdalenas de Ikea, pero si no tenéis nada parecido podéis usar los moldes individuales de aluminio que venden para flanes. 
  • Hay que dejar la masa lo más fina posible, a poder ser con el borde un poquito más gordo (sí, no sólo hay que cubrir el culo del molde, también las paredes). 
  • Cuando los tengamos listos los reservamos en la nevera.

Elaboración del almíbar:
  • Ponemos el azúcar, el agua, la rama de canela y la piel de limón en un cazo. Removemos y lo ponemos a fuego lento. (Revolved ahora todo lo que queráis, porque en cuento lo pongamos al fuego NO se toca).
  • Una vez entra en ebullición, retiramos el almíbar del fuego y dejamos enfriar. (Podéis colarlo ahora, pero a mí me da la sensación de que si se retira el limón y la canela justo antes de utilizar, el resultado tiene más sabor).

Elaboración del relleno:
  • Disolvemos la harina y la maizena en un poco de leche, removiendo bien para que no quede ni un grumo. Reservamos. 
  • Ponemos a hervir el resto de la leche. Cuando alcance el punto de ebullición retiramos del fuego e incorporamos la mezcla de leche y harina, sin dejar de batir. 
  • Seguimos batiendo mientras añadimos poco a poco el almíbar. Recordad quitarle la canela y el limón si no lo habéis hecho antes... 
  • Llegó el momento de incorporar las yemas. Como siempre, sin dejar de batir. Ya tenemos la crema del relleno lista. Tranquilos, no habéis hecho nada mal, tiene que quedar así de líquida; ya espesará en el horno.

Elaboración de los pasteles en sí:
  • Sacamos nuestros moldes de la nevera y los rellenamos con la mezcla de la crema. Si queréis que los pasteles queden más finos, podéis pasarla antes por un colador. Según los expertos no hay que llenar los moldes hasta arriba, porque sube. Pero yo lo hago... 
  • Metemos los moldes en el horno precalentado a 250ºC (y cuando digo precalentado es que por lo menos, ¡por lo menos!, lo tenemos que haber encendido un cuarto de hora antes) y los dejamos cocer hasta que estén dorados. En mi horno han tardado unos 23 minutos. En el vuestro puede que tarden algo más. O menos.

Cómo comerlos:
  • Los que hayáis estado en Lisboa ya sabéis que lo más típico es comerlos cuando aún están templados, espolvoreados con un poco de canela y azúcar glass. Pero fríos también están ricos. 
  • Incluso los podéis congelar y, una vez descongelados, darles un golpe de calor antes de desayunar o merendar. (Si los vais a congelar, no les echéis antes la canela y el azúcar glass.)                                                                   



2 comentarios:

  1. Hola,me parece estupenda tu receta, pero tengo una duda, cuando calientas la leche y sacas del fuego, al añadir todo lo demás batiendo, no hay que ir calentando? Sigues con la mezcla fuera del fuego? Gracias!!

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  2. ¡Hola! No necesitas ir calentando la mezcla, ya que espesará y cuajará en el horno. Ni queremos ni necesitamos una crema doblemente cocida. Y no te preocupes por las yemas crudas, en el horno se cocinarán del todo, palabra. Eso sí,asegúrate de que no queda ningún grumito. ¡Muchas gracias por seguirnos y disfruta tus pasteles de Belém!

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¿Qué es Pelinti? Muchas veces, cuando nos sentamos a la mesa ante un plato de nuestra comida favorita, nos la llevamos a la boca aún demasiado caliente movidos por el ansia, a pesar de saber que nos vamos a quemar. Entonces no nos queda otra que emitir un extraño ruido, una especie de "aaaaaaaahhhh" con la boca cerrada, a la vez que intentamos introducir aire fresco en ella, expulsamos el aire caliente de dentro, y hacemos que la comida de pequeños botes en la lengua, porque quema. En Ghana describen todo esto con una sola palabra, "pelinti", que literalmente significa "mover la comida caliente por la boca". En este blog intentaré dar recetas y recomendar bares y restaurantes con los que tengamos que usar la palabra "pelinti".