domingo, 11 de febrero de 2018

Tarta Red Velvet

Seguro que ya os habéis dado cuenta; San Valentín está a la vuelta de la esquina. En dos días o veréis obligados a quedar bien con vuestra pareja y demostrarle lo mucho que la queréis con algún detalle, aunque luego volváis a la rutina y prefiráis ordenar los armarios antes que ver la Champions con él o montar diez muebles de Ikea antes que acompañarla a ella de compras. Aunque no os lo creáis, esos sí son detalles que demuestran amor verdadero.

Bueno, lo que de verdad revela amor verdadero es que te expriman el zumo de naranja todas las mañanas, yo siempre lo he dicho, pero como comprenderéis no se puede hacer una entrada en un blog con la receta del zumo de naranja. Así que vamos a ir con una tarta Red Velvet, que como tiene los bizcochos rojos es ideal para esta fiesta tan señalada.

La tarta Red Velvet (o terciopelo rojo en la lengua de Cervantes) se ha convertido en un clásico de la repostería norteamericana y en un imprescindible para las tartas de boda o el día de San Valentín. Sus orígenes no están muy claros, aunque parece cierto que nació entre finales del siglo XIX y principios del XX. Hay quien dice que vio la luz por primera vez en el hotel Waldorf Astoria de Nueva York. Una clienta habitual, pidió la receta y desde el hotel se la pasaron, junto con una factura de 300 dólares por desvelar el secreto. Así que, enfadada, se dedicó a propagar la receta para vengarse. 

Sobre el color rojizo del pastel hay múltiples teorías. Según unos se debe a una reacción química entre el vinagre, el buttermilk y el cacao. Otros aseguran que durante la Segunda Guerra Mundial, debido al racionamiento de azúcar, se preparaban bizcochos con remolacha, que sería la culpable del color rojo. Y hay quien sostiene que el nombre de Red Velvet en realidad se debe, únicamente, a que se usaba red sugar (azúcar moreno) en su elaboración, y que el pastel nunca fue rojo hasta que durante la Gran Depresión un fabricante de colorante alimentario comenzó a vender paquetes de colorante rojo que incluían la receta, receta que se convirtió en un clásico y que, por supuesto, incluía una gran cantidad de colorante para estimular las ventas. 

¿Y cómo pasó de ser un clásico en Estados Unidos a serlo también en el resto del mundo? Pues la culpa la tiene Magnolias de acero, una película de finales de los años 80 del pasado siglo (qué raro se me hace decir eso cuando yo nací en 1979 😂😂😂). En ella se cuenta la historia de un grupo de amigas que se reunen en la peluquería de una de ellas. La más joven, una chica de salud frágil interpretada por Julia Roberts, acaba de quedarse embarazada del hombre con el que está a punto de casarse y sus amigas le ayudan a disipar las típicas dudas que le surgen ante un cambio tan drástico en su vida. A eso y a comerse la tarta nupcial que le regala el novio: un enorme Red Velvet en forma de armadillo. La nuestra va a tener una forma más tradicional, así que no os asustéis y manos a la obra. 

Ingredientes para los bizcochos:
  • 125 g de mantequilla
  • 275 g de azúcar
  • 2 huevos
  • 280 g de harina repostería
  • 15 g de cacao en polvo
  • 1 cucharadita de levadura química ( tipo Royal)
  • 1 cucharadita de bicarbonato sódico
  • 240 g de leche cortada con el zumo de medio limón (o buttermilk o suero de leche si encontráis)
  • 1 cucharadita de vinagre blanco
  • 1 cucharadita de extracto de vainilla
  • 1 pizca de colorante rojo
  • 1 pizca de sal

Ingredientes para el frosting:
  • 125 g de mantequilla a temperatura ambiente
  • 270 g de queso crema (frío de la nevera)
  • 500 g de azúcar glass tamizado
  • 1 cucharadita de kirsch

Elaboración de los bizcochos:

  • Para empezar ponemos en un bol la leche, añadimos el zumo de limón y dejamos que se corte durante unos 15 minutos.
  • Tamizamos en un bol la harina, el cacao en polvo, la levadura química, el bicarbonato sódico y la sal. Reservamos.
  • En otro bol mezclamos la leche cortada con el zumo de limón (o el buttermilk o el suero de leche), el colorante rojo, el vinagre y el extracto de vainilla. Reservamos.
  • En otro bol ponemos la mantequilla con el azúcar y lo batimos hasta conseguir una crema blanquecina y esponjosa.
  • Añadimos los huevo uno a uno: batimos bien y no echamos el siguiente hasta que el anterior se haya incorporado totalmente.
  • Toca incorporar ahora la mitad de los ingredientes secos que teníamos reservados y batir.
  • Añadimos los líquidos, batimos bien e incorporamos el resto de secos. Volvemos a batir hasta que tengamos una masa homogénea.
  • Dividimos la masa entre tres moldes de 18 cm, previamente engrasados y alisamos la parte superior de la masa con una espátula. (Yo peso la masa para que haya exactamente la misma cantidad de masa en cada molde. Así nos aseguramos de que los bizcochos quedan perfectos y luego no haya que andar cortándolos).
  • Cocemos los bizcochos en el horno precalentado a 170°C durante  unos 25 o 30 minutos, o hasta que al pincharlos con un palillo salga limpio. (Si podéis no pongáis el ventilador del horno. NO. Esto ayudará a que no salga copete a los bizcocho.
  • Dejamos templar los moldes lo justo para poder desmoldar y enfilmamos nuestros bizcochos aún calientes.
  • Os recomiendo que los dejéis reposar en la nevera durante toda la noche (o incluso que los congeléis), lo que hará que se potencie el sabor y nos facilitará bastante el montaje de la tarta.

Elaboración del frosting:
  • Ponemos la mantequilla y el azúcar en un bol y batimos bien, hasta conseguir una crema blanqueada y esponjosa.
  • Incorporamos el queso crema (frío de la nevera, recordad) y batimos lo justo para incorporar.
  • Añadimos la cucharadita de kirsch y mezclamos bien. 
  • Dejamos reposar nuestro frosting en la nevera durante un par de horas antes de utilizarlo.


Montaje de la tarta:
  • Colocamos el primer bizcocho boca abajo, ponemos una porción generosa de crema encima y la extendemos con una espátula.
  • Ponemos otro bizcocho encima, boca abajo, y repetiremos la operación, terminando colocando el último bizcocho. (Boca abajo, por supuesto).
  • Procurando que los bizcochos nos hayan quedado bien centrados aplicamos una pequeña capa de crema y la extendemos hasta cubrir la superficie y los laterales de nuestros bizcochos. Cuando lo tengamos listo lo metemos en la nevera y lo dejamos reposar unos 30 minutos.
  • Pasado este tiempo sacamos la tarta de la nevera, cogemos toda la crema que nos ha quedado y la extendemos hasta cubrir bien la superficie y los lados de los bizcochos, hasta cubrir la tarta de la forma más uniforme posible. 
  • Sólo nos queda guardar la tarta en la nevera y sacarla un cuarto de hora antes de consumirla.


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