Seguro que cuando pensáis en gastronomía francesa se os viene a la cabeza el foie, los croissants, el queso, el vino y las baguettes. Yo, además, me acuerdo de la sopa de cebolla.
En Francia, como probablemente en otros países europeos, era un plato campesino para quitar el hambre, elaborado con ingredientes sencillos, al que el queso se le añadió más tarde. Pero esta sopa alcanzó la fama en el siglo XIX, cuando se extendió en París la costumbre de tomar algo caliente, antes de volver a casa, en las tabernas y restaurantes que rodeaban las Halles de París, lo que entonces era el mercado central de abastos, que eran las únicas que estaban abiertas a esas horas. Así la sopa de cebolla pasó de ser el plato que tomaban los trabajadores del mercado a convertirse en un tentempié para noctámbulos, que rápidamente se extendió por todo el país.
Supongo que por eso me gusta tanto la sopa de cebolla, porque es una sopa golfa y a mí, si tengo que desayunar fuera de casa antes de meterme a ala cama, siempre me ha gustado más lo salado que lo dulce. Pero bueno, que si vosotros sois personas decentes, de las que duermen las horas y a las horas que corresponde, no tenéis que privaros de esta sopa. Va genial como primer plato o como cena que entone el cuerpo antes de meterse en la cama. El caso es entrar en la cocina y animarse a prepararla.
Ingredientes:
- 500 g de cebolla blanca
- 70 g de mantequilla
- 1 cuchharada de harina
- 100 ml de vino blanco
- 1,5 l de caldo de carne
- 1 hoja de laurel
- Sal, pimienta blanca y nuez moscada al gusto
- Unas rebanadas de pan casero
- Unas lonchas de queso brie (aunque la norma diga que tiene que ser de queso gruyère. Es que yo no tenía)
Elaboración:
- Lo primero que tenemos que hacer es cortar las cebollas en rodajas finas.
- Ponemos la mantequilla en una sartén amplia y la fundimos. Cuando burbujee, añadimos la cebolla y removemos bien.
- Con calma, porque nos llevará un buen rato, sofreímos la cebolla a fuego bajo hasta que tome color, removiendo de vez en cuando. (Si se nos queman los bordes podemos añadir un par de cucharadas de agua y remover bien, para que el tostado "se reparta").
- Cuando tengamos la cebolla bien caramelizadas agregamos la harina y le damos unas vueltas durante un minuto, para que se tueste y pierda el sabor a crudo.
- Añadimos el vino y mezclamos.
- Agregamos el caldo, la sal, la pimienta, la nuez moscada y el laurel, tapamos y cocemos a fuego muy bajo unos 45 minutos, hasta que quede de un color caramelo más o menos acentuado.
Servicio:
- Para servir la sopa, según mandan los cánones, la repartimos en cuencos aptos para horno y cada cuenco ponemos unas rebanadas de pan tostado que espolvorearemos gruyère rallado. Metemos los cuencos en el horno, al grill, hasta que el queso se gratine y servimos de inmediato.
- Pero, ay, amigos, a mí el pan mojado me da muchísimo asco, así que nunca lo hago a la manera tradicional. Yo meto las rebanadas de pan con queso al horno, las gratino y luego las sirvo al lado (nunca sobre) de la sopa, para acompañar. Y como no tenía queso gruyère las he hecho con brie, que tampoco está mal.
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