domingo, 13 de abril de 2014

Rosquillas de anís


Con café, té, nesquik frío o chocolate caliente, ¿quién no ha llenado las meriendas de su infancia con unas buenas rosquillas? Ahora las compramos en el supermercado y nos encantan cuando las comemos, pero el primer bocado siempre es una pequeña decepción. Y lo es porque no saben ni como las que hacían nuestras abuelas ni como las que comprábamos en la panadería del barrio. Eso es así.

Dicen por ahí que las rosquillas son un dulce típico de Semana Santa, pero la verdad es que yo las recuerdo en casa en cualquier época del año. Es más, cuando me fui a estudiar fuera mi madre siempre me compraba rosquillas cuando volvía un fin de semana, media docena para comer en casa y una docena para llevarme a Madrid. Así que no os extrañará si os digo que para mí es un dulce especial.

No os prometo que si seguís esta receta al pie de la letra consigáis unas rosquillas como las de vuestras abuelas, pero os aseguro que estarán a la altura de las que vuestras madres os compraban en la panadería. Yo, que soy una amante del horno, os animo hoy a preparar un dulce de sartén. Seguro que no os arrepentiréis.

Ingredientes:
  • 450 gr de harina (a poder ser de repostería. De repostería, no de la bizcochona, esa que viene con levadura incorporada. La de trigo normal también sirve)
  • 16 gr de levadura tipo Royal 
  • 3 huevos medianos 
  • 100 gr de azúcar 
  • 50 gr de mantequilla  
  • 50 ml de leche 
  • 30 ml de anís 
  • La ralladura de 1 naranja y 1 limón  
  • Aceite de girasol para freír
  • Azúcar y canela para rebozar

Elaboración:
  • Tamizamos la harina y la levadura en un bol y reservamos.
  • Derretimos la mantequilla y reservamos. Mientras, en un bol grande, batimos los huevos con el azúcar y las ralladuras, hasta que queden blanquecinos, espumosos y casi doblen su tamaño. 
  • Agregamos entonces la leche, el anís y la mantequilla derretida, asegurándonos de que ya está tibia. Batimos bien hasta que todo esté perfectamente incorporado.
  • Cogemos ahora la harina y la levadura que teníamos tamizadas y lo echamos sobre la masa. Seguimos batiendo sin, parar, hasta obtener una masa elástica y brillante. Igual os parece que la masa de vuestras rosquillas es demasiado blanda, pero no os asustéis, porque tiene que ser así.
  • Tapamos el bol con film transparente y lo metemos a la nevera durante un par de horas, para que luego podamos trabajar con mayor facilidad.
  • Pasadas esas dos horas sacamos la masa de la nevera y formamos bolitas un poco más grandes que una nuez. Metemos entonces el dedo en medio de la bolita, le damos forma de rosquilla y freímos por ambos lados en aceite caliente. Cuando estén doradas por las dos portas escurrimos nuestras rosquillas sobre papel de cocina y aún calientes las rebozamos por una mezcla de azúcar y canela.

Unos consejillos:
  • Yo frío estas rosquillas en aceite de girasol, porque me parece que aporta menos sabor y quedan más ligeras, pero si lo preferís podéis hacerlo en aceite de oliva. Eso sí, aseguraos de que es muy suave. Y a los talibanes del AOVE (Aceite de oliva virgen extra) os digo rotundamente que no sirve para esta receta. 
  • Controlad bien la temperatura del aceite; tiene que estar caliente, pero no tanto como para que las rosquillas se quemen por fuera y queden crudas por dentro. 
  • Yo rebozo las rosquillas en una mezcla de azúcar y canela, pero las podéis servir sin nada, espolvoreadas de azúcar glass o con un baño de glasa de azúcar y limón. A vuestro gusto.

Conservación:
  • Estás rosquillas aguantan perfectamente una semana, siempre que las guardemos en una lata de galletas o un recipiente hermético. 
  • Si seguís mi blog sabréis que soy una fan del congelado, pero precisamente estas rosquillas no quedan muy bien una vez descongeladas. Podéis probar, pero no os lo recomiendo.



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