domingo, 27 de abril de 2014

Bollitos preñados


Con la llegada de la primavera y el buen tiempo, con el verano a la vuelta de la esquina, seguro que se nos multiplican los compromisos para comer al aire libre. Y no me refiero a la terraza de un restaurante o el jardín de casa, sino a playas y bosquecillos varios. 

Tengo que reconocer que yo nunca he sido muy amiga de estos picnics. Primero, porque soy alérgica al sol. Enseguida me agobio, empiezo a estar incómoda, sudo como un pollito y si no voy embadurnada con crema protección 50+ me quemo en minuto y medio. Segundo, porque es muy incómodo comer así. Si se quiere un poco de comodidad hay que ir cargando con mesas y sillas plegables, vasos, platos cubiertos... Y si no sales de casa con todo ese equipamiento, estás condenado a mancharte y que se te llene la comida de arena, tierra o hierbajos.

Una vez dicho esto, muchas veces no nos queda más remedio que acudir al picnic, entre otras cosas, porque al final se pasa bien. Para esas ocasiones yo siempre opto por llevar bollitos preñados; una elaboración sencilla, que se come en tres bocados y con la que es casi imposible mancharse o llenarlos de arena o tierra

Eso sí, para los puristas ya aviso que mi bollito preñado no es el típico asturiano, con la masa de pan, pan. La mía es un poco más suave, blandita y esponjosa, pero es que es la primera receta que probé cuando llegué a Asturias, y le tengo cariño...  Nos ponemos ya con esos preñados perfectos para un picnic, una espicha o para acompañar un culín de sidra a la hora del vermú.

Ingredientes:
  • 400 gr de harina panadera o de fuerza
  • 200 gr de agua 
  • 50 ml de aceite de oliva virgen extra
  • 25 gr de levadura fresca de panadero
  • 1 huevo
  • 1 cucharadita de sal
  • Chorizo
  • Leche para pincelar los bollitos

Elaboración:
  • Ponemos la harina en un bol y desmenuzamos en ella la levadura.
  • Añadimos el huevo y el aceite de oliva y mezclamos con las manos.
  • Incorporamos el agua y la sal y amasamos hasta conseguir una masa lisa. Como os digo siempre, no os preocupéis demasiado por la técnica de amasado; con el movimiento natural que os salga y el tiempo de reposo bastará.
  • Cuando la masa esté lista hacemos una bola con ella, la metemos en un bol que taparemos con film transparente y la dejamos reposar durante una hora más o menos, hasta que haya doblado su volumen.
  • Pasado ese tiempo damos forma a nuestros bollitos: cogemos unos 25-30 gr de masa, aplanamos un poco, ponemos en el centro un trozo de chorizo y lo cerramos dándole forma de bollo. (No seáis tacaños con el chorizo, tened en cuenta que luego la masa leva y no queremos comer sólo pan...)
  • Ponemos los bollitos en una bandeja de horno forrada con papel vegetal, dejando espacio entre ellos porque crecen, y los dejamos levar sobre una hora.
  • Cuando hayan aumentado de volumen los pintamos con leche y los metemos al horno precalentado a 200ºC, durante uno 15-20 minutos, hasta que estén dorados y los dejamos enfriar sobre una rejilla antes de comerlos.

Consejo:
  • Es verdad que lo que más nos gusta de un bollito preñado es el pan empapado con la grasilla del chorizo, pero la mayoría de nosotros también nos comemos el embutido. Así que no os tiréis al chorizo más barato pensando que envuelto en pan no se notará, porque os aseguro que si el chorizo no es bueno, se nota..
  • No compréis un chorizo demasiado curado, porque después de pasar 20 minutos en el horno, y tras el tiempo de reposo, quedará duro como una piedra. Y no queremos que nadie se rompa un diente con nuestros preñados.

Conservación:
  • Se conservan perfectamente dos o tres días en una caja de metal
  • Congelan perfectamente. Luego sólo hay que sacarlos del congelador dos o tres horas antes de consumirlos, dejarlos a temperatura ambiente y darles un golpe de calor en el microondas antes de comer.

     

domingo, 20 de abril de 2014

Galletas de mantequilla y mermelada de fresa



¿Hay mejor forma de empezar el día que con un vaso de zumo de naranja recién exprimidas y nuestras galletas preferidas? Las linzer, unas pastas austriacas que tradicionalmente se comían en Navidad, podrían ser esas galletas. Pero hoy no os voy a enseñar a prepararlas, hoy haremos las primas pobres de las galletas linzer. Y digo pobres, sencillamente, porque en mi despensa no había almendras molidas, imprescindibles para esta preparación. Pero no pasa nada, con lo que tenemos en casa podemos conseguir también unas galletas muy dignas.

Hay cosas que nos llaman la atención sólo porque son bonitas, pero es que estas galletas además saben muy bien. Quería hacer algo parecido desde hace tempo, sólo por conseguir esa preciosa ventanita de galleta de mantequilla por la que asoma una capa de brillante mermelada de fresa. 

No hay más, el secreto de esta galleta está en su sencillez. Pero no os dejéis engañar, cada mordisquito tiene un sabor que recuerda mucho a la felicidad...

Ingredientes para la masa básica de las galletas de mantequilla:
  • 300 gr de mantequilla a temperatura ambiente
  • 1 taza de azúcar
  • 5 tazas de harina
  • 2 huevos
  • 1 cucharadita de esencia de vainilla

Ingredientes para el relleno:
  • Medio bote de mermelada de fresa
  • 2 cucharadas de agua
  • 1sobre de agar agar (lo encontráis en cualquier supermercado, junto a las gelatinas y levaduras. Si no lo hacéis, unas hojas de gelatina también sirven, pero a mí me gusta más la textura del agar agar.)

 Elaboración de las galletas de mantequilla: 
  • Con la ayuda de una batidora batimos la mantequilla (valga la redundancia) hasta que esté cremosa. Sin dejar de batir añadimos el azúcar, los huevos uno a uno y la esencia de vainilla. 
  • Echamos la harina poco a poco, procurando que se integre bien. Llegará un momento en que la batidora no nos sirva y tendremos que amasar con las manos. Toca remangarse y trabajar la masa hasta que no se nos pegue en las manos. Cuando esté lista la dejamos reposar en la nevera durante media hora, porque así luego será más fácil de trabajar.
  • Sacamos la masa de la nevera, la colocamos entre dos láminas de papel vegetal (quien haya leído mi blog ya sabrá que soy adicta al papel vegetal...) y con un rodillo la extendemos hasta dejarla, más o menos, en medio centímetro de espesor. 
  • Llegó el momento de cortar las galletas. Yo lo he hecho con dos cortapastas en forma de estrella, uno más pequeño que el otro. Con el grande cortamos la base y la tapa de nuestra galleta, y con el pequeño hacemos una ventanita en la tapa por la que asomará la mermelada.
  • Colocamos nuestras pastas sobre en una bandeja forrada (sí...) con papel vegetal y las metemos al horno precalentado a 180ºC, durante unos 15 minutos. Todo depende de vuestro horno, así que vigiladlas, porque en unos segundos pasan de estar perfectas a estar quemadas.

Elaboración del relleno:
  • Yo utilizo una mermelada de fresa casera, que hace mi padre, con la fruta bien triturada. Pero si la vuestra tiene muchos trozos de fruta, retiradlos. Echamos nuestra mermelada en un cazo y la calentamos a fuego medio.
  • Disolvemos el agar agar en dos cucharadas de agua fría, y cuando la mermelada empiece a calentarse, incorporamos y mezclamos bien.
  • Cuando la mezcla empiece a hervir mantenemos la mermelada en el fuego durante dos minutos, retiramos y dejamos templar. 

Montaje de las galletas: 
  • Prestad atención, porque es complicadísimo. Tanto como coger una base de galleta, echarle una cucharada de mermelada, poner encima una tapa de galleta (la de la ventanita) y dejar reposar unos tres minutos para que la mermelada se asiente.

Conservación: 
  • Estas galletas aguantan muy bien hasta una semana dentro de una caja de metal, como las de las galletas danesas. Galletas que jamás volveréis a comprar cuando descubráis esta masa...

Un consejo extra: 
  • Esta es una mas básica que sirve para multitud de galletas, con o sin relleno, e incluso como base de algunas tartas. 
  • Por eso yo siempre tengo esta masa en el congelador, donde aguanta perfectamente unos seis meses. Sólo hace falta sacarla del congelador unas cuatro horas de utilizarla, ya que fría se trabaja mejor.



 
 

domingo, 13 de abril de 2014

Rosquillas de anís


Con café, té, nesquik frío o chocolate caliente, ¿quién no ha llenado las meriendas de su infancia con unas buenas rosquillas? Ahora las compramos en el supermercado y nos encantan cuando las comemos, pero el primer bocado siempre es una pequeña decepción. Y lo es porque no saben ni como las que hacían nuestras abuelas ni como las que comprábamos en la panadería del barrio. Eso es así.

Dicen por ahí que las rosquillas son un dulce típico de Semana Santa, pero la verdad es que yo las recuerdo en casa en cualquier época del año. Es más, cuando me fui a estudiar fuera mi madre siempre me compraba rosquillas cuando volvía un fin de semana, media docena para comer en casa y una docena para llevarme a Madrid. Así que no os extrañará si os digo que para mí es un dulce especial.

No os prometo que si seguís esta receta al pie de la letra consigáis unas rosquillas como las de vuestras abuelas, pero os aseguro que estarán a la altura de las que vuestras madres os compraban en la panadería. Yo, que soy una amante del horno, os animo hoy a preparar un dulce de sartén. Seguro que no os arrepentiréis.

Ingredientes:
  • 450 gr de harina (a poder ser de repostería. De repostería, no de la bizcochona, esa que viene con levadura incorporada. La de trigo normal también sirve)
  • 16 gr de levadura tipo Royal 
  • 3 huevos medianos 
  • 100 gr de azúcar 
  • 50 gr de mantequilla  
  • 50 ml de leche 
  • 30 ml de anís 
  • La ralladura de 1 naranja y 1 limón  
  • Aceite de girasol para freír
  • Azúcar y canela para rebozar

Elaboración:
  • Tamizamos la harina y la levadura en un bol y reservamos.
  • Derretimos la mantequilla y reservamos. Mientras, en un bol grande, batimos los huevos con el azúcar y las ralladuras, hasta que queden blanquecinos, espumosos y casi doblen su tamaño. 
  • Agregamos entonces la leche, el anís y la mantequilla derretida, asegurándonos de que ya está tibia. Batimos bien hasta que todo esté perfectamente incorporado.
  • Cogemos ahora la harina y la levadura que teníamos tamizadas y lo echamos sobre la masa. Seguimos batiendo sin, parar, hasta obtener una masa elástica y brillante. Igual os parece que la masa de vuestras rosquillas es demasiado blanda, pero no os asustéis, porque tiene que ser así.
  • Tapamos el bol con film transparente y lo metemos a la nevera durante un par de horas, para que luego podamos trabajar con mayor facilidad.
  • Pasadas esas dos horas sacamos la masa de la nevera y formamos bolitas un poco más grandes que una nuez. Metemos entonces el dedo en medio de la bolita, le damos forma de rosquilla y freímos por ambos lados en aceite caliente. Cuando estén doradas por las dos portas escurrimos nuestras rosquillas sobre papel de cocina y aún calientes las rebozamos por una mezcla de azúcar y canela.

Unos consejillos:
  • Yo frío estas rosquillas en aceite de girasol, porque me parece que aporta menos sabor y quedan más ligeras, pero si lo preferís podéis hacerlo en aceite de oliva. Eso sí, aseguraos de que es muy suave. Y a los talibanes del AOVE (Aceite de oliva virgen extra) os digo rotundamente que no sirve para esta receta. 
  • Controlad bien la temperatura del aceite; tiene que estar caliente, pero no tanto como para que las rosquillas se quemen por fuera y queden crudas por dentro. 
  • Yo rebozo las rosquillas en una mezcla de azúcar y canela, pero las podéis servir sin nada, espolvoreadas de azúcar glass o con un baño de glasa de azúcar y limón. A vuestro gusto.

Conservación:
  • Estás rosquillas aguantan perfectamente una semana, siempre que las guardemos en una lata de galletas o un recipiente hermético. 
  • Si seguís mi blog sabréis que soy una fan del congelado, pero precisamente estas rosquillas no quedan muy bien una vez descongeladas. Podéis probar, pero no os lo recomiendo.



domingo, 6 de abril de 2014

Pesto


La pasta es el plato más socorrido del mundo, lo primero que aprendemos a cocinar cuando nos vamos a estudiar fuera o por fin nos independizamos. Sólo hay que cocerla, abrir un bote de tomate, mezclarlo y listo. Según vamos ganando confianza añadimos trocitos de salchicha o chorizo a nuestros macarrones, e incluso algunos valientes se atreven a gratinarlos. Y ya, si estamos muy crecidos, nos arriesgamos con la falsa carbonara (y digo falsa porque la llenamos de nata).

Pues bien, si ya domináis la carbonara ha llegado el momento de pasar al pesto. Y si no la domináis, también, porque os aseguro que es casi tan fácil como abrir un bote de tomate y apenas os llevará un par de minutos más.

Por cierto, el pesto es la salsa más típica y exportada de Génova, una ciudad italiana que en España es famosa porque desde su puerto partió el pequeño Marco en busca de su buena mamá. Otro dato más, la palabra "pesto" viene del genovés "pestare", que significa machacar o moler en un mortero, que es la forma en que tradicionalmente se prepara esta salsa. Pero como veremos ahora mismo, si no tenéis mortero, o sois vagos como yo, hay alternativas...

Ingredientes:
  • 20 hojas de albahaca
  • 60 gr de queso parmesano o grana padano
  • 50 gr de piñones
  • Medio diente de ajo (o al gusto)
  • 150 ml de aceite de oliva virgen extra
  • Sal 

Elaboración tradicional:
  • Echamos en un mortero los piñones, las hojas de albahaca, el ajo y la sal y lo machacamos bien. 
  • Añadimos el aceite de oliva y removemos, para ligar la salsa.
  • Rallamos el queso, lo incorporamos en el mortero y volvemos a machacar todo el conjunto, hasta obtener nuestra salsas pesto.

Elaboración para vagos como yo:
  • Cogemos el accesorio picador de la batidora y echamos en él las hojas de albahaca, el queso cortado en trocitos, los piñones, el ajo, la sal y un chorrito de aceite de oliva. Trituramos un poco, hasta formar una pasta.
  • Añadimos el resto del aceite de oliva y trituramos hasta conseguir una salsa. (Podéis añadir más o menos aceite, depende de lo espeso que os guste el pesto)

A tener en cuenta:
  • La pasta nunca espera por la salsa, siempre hay que tenerla preparada antes de que la pasta acabe de cocer. 
  • Hay gente que dice que toda la pasta sabe igual, pero yo creo que no es verdad. A mí, por ejemplo, me gusta más la pasta larga que la corta. Pero lo cierto es que nunca he visto a nadie comer la salsa pesto con otra pasta que no sean espaguetis, o en su defecto tallarines. 
  • Para hacer pesto es mejor utilizar las hojas más pequeñas y tiernas de la albahaca.
  • De la calidad del aceite y del queso que utilicemos dependerá el éxito de esta receta. No compréis el parmesano o el grana padano ya rallado; comprad un pedazo y ralladlo o picadlo en el el momento.
  • Si no tenéis piñones podéis sustituirlos por nueces o almendras (aunque los puristas me matarán por decir esto...)

Conservación:
  • Lo mejor es consumir esta salas en el momento, pero si nos sobra se puede guardar en la nevera de un día para otro. 
  • El pesto nunca se calienta, así que aseguraos de sacarlo de la nevera con el tiempo suficiente para que temple. Para hacerlo un poco más rápido también podemos echar una cucharada de agua caliente al pesto y removerlo bien, antes de mezclarlo con la pasta recién cocida.