domingo, 25 de septiembre de 2016

Ketchup casero


Hoy venimos con una receta de esas de fondo de armario. Porque seamos sinceros, ¿quién no tiene una bote de ketchup en el armario de la cocina? Hay quienes lo consumen de vez en cuando, con hamburguesas o salchichas, y quienes hacen de él un condimento indispensable en sus comidas, pero el 90% de nosotros lo tenemos en nuestra despensa.

Aunque la base de esta salsa es el tomate, en su versión industrial suele recibir bastantes críticas por su alto contenido en azúcares y conservantes. Así que hoy os proponemos aprovechar el domingo (o cualquier día de la semana, el caso es meterse en la cocina e intentarlo) para hacer vuestra versión casera de ketchup. No nos vamos a engañar, este también lleva azúcar, pero no tanto como el que compramos en el super.

Y como contrapunto a ese dulzor que aporta el azúcar, tenemos el vinagre, otro ingrediente indispensable en el ketchup. Es importante que lo utilicéis de buena calidad y que sea blanco (de vino o manzana), porque no queremos aportar ni  color ni sabor a salsa, sólo ese punto de acidez tan característico del ketchup.

Más cosas que no pueden faltar en esta receta; las especias. Yo os he puesto en la lista de ingredientes las que yo uso, en las cantidades en las que las utilizo. No está escrito en ningún lado que tenga que ser así. Hay quien, por ejemplo, añade jengibre o semillas de cilantro. Es una opción. Lo interesante sería que busquéis vuestra combinación de especias perfectas; con un poco menos de clavo, un poco más de pimentón, un poco de zumo de naranja... El caso es que deis con un ketchup con un sabor que de verdad os guste y que refleje vuestra personalidad. Que consigáis un ketchup único, que de verdad podáis llamar vuestro. ¿Empezamos a buscarlo siguiendo más o menos esta receta?

Ingredientes:
  • 1 kg de tomates maduros
  • 2 cebollas
  • 1 diente de ajo
  • 1 pizca de pimentón dulcecc
  • 1 cucharada de café de clavo
  • 1 cucharada de café de pimienta
  • 1 cucharada de café de canela
  • 1 cucharada de café de sal
  • 200 ml de vinagre blanco
  • 200 g de azúcar

Elaboración:
  • Para empezar pelamos las cebollas y las cortamos en rodajas, troceamos los tomates, partimos el ajo y los ponemos en una sartén con el pimentón, el clavo, la pimienta, la canela y la sal. 
  • Tapamos y dejamos cocer a fuego lento durante una hora y media más o menos. Ojo, que a mitad de cocción tenemos que chafar bien los tomates.
  • Pasado ese tiempo añadimos el vinagre y el azúcar, removemos bien y dejamos que vuelva a cocer a fuego lento durante una hora más o menos.
  • Cuando ya esté listo (no os asustéis, se habrá reducido mucho) lo trituramos bien con una batidora o un robot de cocina. Lo más probable es que quede un poco espeso, así que añadidle un poco de agua, volved a triturar y ya tenéis listo vuestro ketchup casero.

Conservación:
  • Como su propio nombre indica, este es un ketchup casero, así que no lleva conservantes. Bueno, sí, el vinagre y el azúcar alargarán la vida de vuestro ketchup, pero es necesario guardarlo en un tarro con cierre hermético y en la nevera. Os aguantará perferctamente unas 3 semanas.

domingo, 18 de septiembre de 2016

Gominolas crujientes de jengibre

A veces me sorprendo a mí mima imaginando cómo seré cuando llegue al estado de abuelita adorable, y me llama la atención que a menudo me veo comiendo gominolas, enchiladas o bocabits, cosas que mis abuelas no probaron en su vida. Pero supongo que la forma de comer ha cambiado mucho en los últimos años, así que en poco tiempo, si la diabetes se lo permite, sera normal ver en los quioscos a abuelitos, y no comprando precisamente para sus nietos.

Mientras llega ese momento os propongo ir ensayando con unas gominolas a las que podríamos denominar como "placer adulto". No son tan dulces como las que encontramos en las tiendas de chicles y tienen ese toque picante que caracteriza al jengibre. Sí, ya sé que a algunos os da reparos el jengibre, que es un sabor que gusta mucho o no gusta nada, pero dadle una oportunidad.

Yo, además, una vez hechas las he metido en el desecador. Primero, porque es un regalo de cumpleaños que me apetecía muchísimo usar. Segundo, porque al deshidratar las gominolas a baja temperatura conseguimos que en su exterior se forme una capa crujiente que le da un toque muy interesante. Ya sé que muchos de vosotros no tendrá desecador en casa, pero se puede conseguir el mismo efecto con el horno y un poco más de paciencia. ¿Nos ponemos a ello?

Ingredientes:
  • 500 g de agua
  • 50 g de jengibre
  • 250 g de azúcar
  • 5 g de agar-agar en polvo
  • Azúcar glas para espolvorear

Elaboración:
  • Para empezar pelamos el jengibre, lo rallamos (a mí se me cayó algún trocito más grande, pero no pasa nada) y lo ponemos a hervir junto con el agua.
  • Pasados unos 10 minutos desde que empieza a hervir retiramos la olla del fuego, la tapamos con papel film y lo dejamos infusionar. (Tened un poco de paciencia, que esté por lo menos media hora).
  • Mientras, mezclamos bien el azúcar y el agar-agar, para evitar que luego se formen grumos. 
  • Tras el tiempo de infusión volvemos a poner el cazo al fuego y, cuándo esté tibio, añadimos el azúcar y el agar-agar, sin dejar de remover.
  • Cuando rompa a hervir, aguantamos unos dos minutos, colamos, echamos la mezcla en un recipiente con bordes y dejamos que cuaje. (Eso sí, a poder ser que no supere el medio centímetro de grosor).
  • Una vez la gelatina haya cuajado la cortamos en dados y las colocamos en el desecador. Encendemos y dejamos nuestras gominolas unas 4 horas, hasta que aparezca alrededor una capa crujiente y dulce. (Si no tenemos desecador lo podemos hacer en el horno, a unos 60ºC, aunque os llevará algo más de tiempo).
  • Ya sólo nos queda retirar, rebozar en azúcar glas si se desea y disfrutar

sábado, 10 de septiembre de 2016

Bizcocho de yogur

A veces me decís que las recetas que ponemos en este blog son muy complicadas, y la verdad es que me sorprende, porque yo las veo aptas para todos los públicos, hasta para aquellos que no son muy amigos de varillas, fogones y hornos. Y aunque hay alguna que puede tener más pasos y un pelín más de elaboración, si yo puedo hacerlas, cualquiera puede hacerlas.

Aún así, y sin que sirva de precedente (jajajaja), voy a hacer una excepción y compartir con vosotros la receta del bizcocho más fácil del mundo; con todos ustedes, la receta del clasiquísimo bizcocho de yogur.. Para empezar, seguro que tenéis todos los ingredientes en casa. Para seguir, no necesitáis ni tener báscula, ya que utilizaremos el vasito del yogur para medir el resto de los ingredientes.  Lo tradicional es elaborar este bizcocho con yogur natural, pero si los que tenéis son de limón o coco, también sirven (eso sí, si lo hacéis de coco no añadáis las ralladuras de cítricos). Lo siento, pero con más sabores no he probado, pero si os decidís a experimentar no dudéis en comentarme los resultados.

No hay mucho más que añadir, ya que sólo hay que ir echando los ingredientes en un bol y batir con las varillas. Como veréis la máxima dificultad de esta receta está en esperar que el bizcocho se enfríe del todo antes de hincarle el diente. Ahora que llega la vuelta al cole ya tenéis una receta facilísima para el desayuno o la merienda de los más pequeños de la casa. O los que no son tan pequeños.

Ingredientes:
  • 3 huevos
  • 1 yogur natural 
  • 2 medidas de yogur de azúcar
  • 1 medida de yogur de aceite de oliva
  • 3 medidas de yogur de harina
  • 1 sobre de levadura química (tipo Royal. Cada sobre son 16 g)
  • Ralladura de 1/2 limón y 1/2 naranja

Elaboración:
  • Lo primero que vamos a hacer es vaciar el yogur y utilizar el recipiente para echar dos medidas de azúcar en un bol. Añadimos los tres huevos y lo batimos hasta que doble su volumen y quede blanco y espumoso.
  • Cuando lo tengamos listo incorporamos el yogur y batimos hasta que esté bien integrado.
  • A continuación añadimos la medida de aceite y volvemos a batir todo bien.
     
  • Llegó el momento de incorporar las 3 medidas de harina y el sobre de levadura, todo bien tamizado, junto con la ralladura de limón y naranja. Volvemos a batir hasta obtener una masa lisa y uniforme.
  • Echamos la masa en un molde previamente engrasado y enharinado, y lo metemos en la parte central del horno, precalentado a 180ºC, durante unos 35 minutos, hasta que esté dorado por fuera y hecho por dentro.
  • Esperamos a que el bizcocho esté tibio antes de desmoldarlo y dejamos que se enfríe completamente antes de servirlo.

sábado, 3 de septiembre de 2016

Croquetas de jamón (sin lactosa)

Después de las croquetas de gambas y las croquetas de chipirones en su tinta, hoy llegamos con la receta de las de jamón. Y no, no son las clásicas de toda la vida, porque como lo prometido es deuda, y por petición popular, estas de hoy las vamos a elaborar sin leche ni mantequilla, sin una pizca de lactosa. Si seguís este blog ya sabréis que yo soy una adicta a los lácteos, pero no sé por qué extraña razón se ha puesto de moda decir que son malos para la salud, y reconozco que a algunas personas les puede sentar mal. Como a mi amiga María, y ella también tiene derecho a comer unas buenas croquetas.

Si os pregunto qué ingrediente no puede faltar en unas croquetas seguro que me decís que una buena bechamel. Pues bien, justo es el ingrediente del que vamos a prescindir hoy. La vamos a cambiar por una velouté. ¿Y qué es una velouté? Pues no deja de ser una "bechamel" elaborada con caldo en vez de leche, pero ya sabéis que los franceses son muy finos a la hora de poner nombres. Y claro, como queremos unas croquetas sin lactosa tampoco vamos a utilizar mantequilla para cocer la harina, lo haremos con aceite de oliva que es muy español y muy sano.

El caldo de jamón lo vamos a elaborar nosotros mismos, aunque si os da pereza podéis usar uno comprado. Yo no os lo recomiendo, porque aunque hay que tenerlo tres horas al fuego, la mitad de tiempo si lo hacéis en olla express, no hay que vigilarlo ni nada, es poner la cazuela al fuego y olvidarse hasta que suene la alarma del móvil. (Sí, yo pongo la alarma del móvil para que me avise de todo). El caldo es un elemento importante de la receta, ya que va a dar mucho sabor a nuestras croquetas, pero reconozco que en el super también se venden buenos caldos en tetra brik, así que vosotros mismos.

Además, si queréis, podéis utilizar la punta de jamón con la que hemos hecho el caldo para preparar el relleno de las croquetas. La verdad es que yo no suelo hacerlo, porque creo que después de tres horas en remojo la pobre punta de jamón ya ha dado todo lo que podía dar. Pero no está mala, ¿eh? Con unos huevos fritos y pisto queda de lujo. Pero bueno, esa es otra receta, hoy la que nos ocupa es la de las croquetas de jamón sin una gota de lactosa. Vamos a ello.

Ingredientes para el caldo de jamón y verduras:
  • 1 punta de jamón
  • 1 tomate
  • 1 puerro
  • 1 cebolla
  • 2 zanahorias
  • 4 granos de pimienta
  • Perejil
  • Sal
  • Aceite
  • Agua para cubrir

Ingredientes para las croquetas:
  • 150 g de taquitos de jamón 
  • 25g de aceite de oliva
  • 120 g de harina 
  • 350g de caldo de jamón y verduras 
  • Sal
  • Nuez moscada
  • Harina para rebozar 
  • Pan rallado para rebozar
  • Huevo para rebozar
  • Aceite para freír

Elaboración del caldo de verduras y jamón:
  • Para empezar lavamos las verduras, las cortamos y las ponemos en una olla con la punta de jamón, el perejil, los granos de pimienta, una pizca de sal (no os paséis, que le jamón puede salar e caldo. Siempre hay tiempo de rectificar al final) y un chorrito de aceite.
  • Llenamos la olla de agua, asegurándonos de que todos los ingredientes queden bien cubiertos.
  • Ponemos a cocer a fuego fuerte, hasta que rompa a hervir. Después bajamos a fuego medio, tapamos, y lo dejamos cocer durante unas 3 horas, para que el jamón y las verduras dejen toda su esencia en el caldo.
  • Colamos el caldo y lo dejamos enfriar, primero a temperatura ambiente luego en la nevera. Probablemente aparezca una capa de grasa en la superficie; sólo tenemos que retirarla y ya podemos utilizar nuestro caldo.

Elaboración de las croquetas:
  • En una olla ponemos la mantequilla, incorporamos la harina y la cocinamos sin dejar de revolver durante unos minutos, hasta que esté dorada.
  • Añadimos entonces el caldo de jamón y verduras, caliente, un poco de sal, un poco de nuez moscada rallada y le damos vueltas con las varillas hasta que consigamos una velouté lisa y sin grumos. (Si tiene grumos tampoco es un drama, la pasamos por la batidora y listo. Por cierto, la cantidad de caldo es orientativa, depende de la consistencia que queráis en vuestra velouté. Que no os quede como cemento armado, pero tampoco tan fina que no la podáis trabajar).
  • Cuando nuestra velouté tenga la consistencia deseada añadimos los taquitos de jamón, removemos y dejamos cocer todo junto durante un par de minutos.
  • Echamos la masa en un recipiente en el que nos quede un poco extendida y dejamos enfriar completamente, tapada con film para que no le salga costra. (De un día para otro sería lo ideal, pero si no tenéis tiempo, con que esté completamente fría, basta).
  • Cuando la masa esté fría cogemos porciones y les damos forma con dos cucharitas de postre o con las manos, lo que nos resulte más fácil. Cuando tengan la forma deseada, las pasamos por harina, huevo bien batido (es importante que esté perfectamente batido, sin grumos de clara) y pan rallado.
  • Ya sólo nos queda freírlas en abundante aceite caliente o congelarlas.

Cómo freír croquetas: 

Después de pasar tanto tiempo haciendo nuestro jugo de gambas y consiguiendo la bechamel perfecta, sería una pena que nos cargásemos las croquetas por no freírlas correctamente. Así que ahí van unos pasos básicos a seguir.
  • Según mi experiencia las croquetas fríen mejor si están recién sacadas de la nevera, pero no congeladas. Hay quien dice que es mejor hacerlo con las croquetas a temperatura ambiente, pero a mí me da la sensación de que así se abren con más facilidad. Haced la prueba de las dos formas y quedaos con lo que mejor os vaya.
  • Es fundamental usar un buen aceite de oliva.
  • Si no tenéis freidora, utilizad un cazo, mejor que una sartén, para freír las croquetas. Es importante que queden totalmente sumergidas en el aceite.
  • Hay que conseguir una temperatura constante durante toda la fritura. Si tenéis un termómetro de cocina (de cocina, no del que se usa para tomar la temperatura a los niños), aseguraos de que el aceite alcanza los 175ºC, que no supere nunca los 180ºC. Si no tenéis termómetro, meted una brocheta o el palo de una cuchara de madera en el aceite. Cuando salgan burbujitas de forma rápida y constante el aceite está listo para freír.
  • No hagáis demasiadas croquetas a la vez. La cantidad va a depender del tamaño del cazo en que las hagáis, pero nunca lo llenéis más de una tercera parte.
  • Cuando saquéis las croquetas del cazo hacedlo con una espumadera o un colador, que escurran bien el aceite antes de pasarlas a un papel de cocina.

Conservación:
  • Podemos congelar las croquetas, una vez formadas y empanadas, perfectamente. 
  • Antes de guardarlas en una bolsa o un tupper congeladlas en una fuente, sin que se toquen entre sí, para que no pierdan la forma.