domingo, 30 de agosto de 2015

Pollo a la Pantoja


Esta semana, tras haber disfrutado de 20 días de permisos extraordinarios para tratarse en un hospital privado las dolencias renales asociadas a los problemas con los niveles de glucosa en sangre que padece, Isabel Pantoja ha vuelto a la cárcel. El mismo día de su reingreso en prisión, la tonadillera, condenada a dos años de prisión por blanqueo de capitales, ha pedido en la Audiencia de Málaga la suspensión de la pena, que cumple desde hace nueve meses en la cárcel de mujeres de Alcalá de Guadaíra (Sevilla). Está claro es que esperar el tercer grado es mucho más llevadero en un hospital privado que en una celda.

¿Los motivos? Lo primero, que consideran que la pena impuesta a la tonadillera es ejemplarizande. Lo segundo, que la pobre Isabel se encuentra en un estado de salud muy delicado debido, entre otras cosas, al calor que pasa en su celda y la deficiente alimentación que lleva en la cárcel.

Puede que la condena sea ejemplarizante, pero según sentencia firme la tonadillera adquirió o comercio con bienes, particularmente dinero, procedentes de la comisión de un delito. Y eso está muy feo. Lo de que pasa calor en su celda, bueno, como millones de españoles que no se pueden permitir encender el aire acondicionado en verano. Y si lleva una mala alimentación será porque quiere (se rumorea que ha dejado voluntariamente de hacer algunas comidas), porque en la cárcel no se come mal. Eso o que echa de menos el popular pollo a la Pantoja, gracias al que tan lozano creció Kiko Rivera, su pequeño del alma.

¿Pero en qué consiste el pollo a la Pantoja que durante años se ha servido en Cantora? Básicamente en un pollo en salsa, en el que el tomate y la cerveza son protagonistas. Dicho así no parece nada del otro mundo, pero os aseguro que esta riquísimo. Tanto, que se os enamorará el alma cada vez que veáis una cazuela de pollo a la Pantoja doblar la esquina.

Ingredientes:
  • 4 muslos de pollo (con el jamoncito y el contramuslo separados)
  • 1/2 cebolla
  • 1/2 puerro 
  • 1/2 pimiento verde
  • 1 zanahoria
  • 4 tomates grandes
  • 3 dientes de ajo 
  • 1 rama de romero 
  • 1 rama de tomillo
  • 1 rama de orégano
  • 1 hoja de laurel
  • 1 cayena
  • Pimienta en grano
  • 1 cerveza rubia 
  • 1/2 litro de caldo de pollo  
  • Harina para rebozar
  • Aceite 
  • Sal

Elaboración:
  • Empezamos por salar el pollo y enharinarlo ligeramente para dorarlo en abundante aceite de oliva. Tenemos que tener cuidado para no quemarlo.. as aromáticas y reservamos. 
  • Cuando esté listo lo ponemos en una sauté u olla baja (o sartén alta, como queráis llamarlo), con las hierbas aromáticas y el laurel.
  • Eliminamos parte del aceite, dejando lo necesario para sofreír la cebolla, el puerro, la zanahoria y el pimiento cortados en cuadraditos, y el ajo en láminas gruesas para que no se nos queme y acabe amargando.
  • Cuando tengamos la verdura pochada echamos la cayenas y los granos de pimienta, dejamos que se rehoguen un poco y añadimos la cerveza. No seáis rácanos con el alcohol.
  • Cuando se haya evaporado un poco el alcohol añadimos el tomate, limpio y cortado en dados, con su piel y todo, que luego lo vamos a colar.
  • Dejamos que se cocine el tomate y reduzca, y cuando lo tengamos listo le echamos en el baso de la batidora y trituramos bien.
  • Llegó el momento de deshacernos de las pieles del tomate, así que nos toca colar la salsa para que quede bien fina. Es un poco laborioso, sí, pero os aseguro que merece la pena.
  • Echamos la salsa sobre el pollo que teníamos reservado con las aromáticas y añadimos el caldo de pollo, sólo hasta que cubra. .
  • Cocer tapado y a fuego lento, más o menos durante una hora, removiendo de vez en cuando, hasta que la salsa se reduzca y quede con la textura que nosotros queremos. 
  • Probamos y rectificamos de sal si fuera necesario.
  • Sólo queda servir acompañado de unas patatas fritas o ensalada, y con una buena barra de pan para mojar, ¡y a disfrutar!



domingo, 23 de agosto de 2015

Salmorejo


No me gusta el tomate crudo. No me gusta el gazpacho. No me gusta el pan con tomate, aceite y jamón. Me encanta el salmorejo. Sí, ya lo sé, soy una persona extraña, pero qué se le va a hacer. Y eso que yo descubrí este plato, esta especie de crema fría, relativamente tarde. Durante mucho tiempo me había resistido a probarlo, porque a priori, y con los antecedentes que ya os he contado, estaba convencida de que no me iba a gustar. Pero en una visita a Córdoba, estando ya en la universidad, nos pusieron de tapa unas patatas fritas con salmorejo, con su jamón y huevo cocido. Y me pareció que estaba riquísimo, tanto que durante los otros tres días que pasé en Córdoba fue casi lo único que comí.

Supongo que en un primer momento esta sería una comida de campesinos, de aprovechamiento del pan duro, de los tomates de la huerta y algo de aceite del que no se llevaba el señor. Además es un plato que llena bastante, así que aunque no tuvieran nada más que llevarse a la boca no se quedaban con hambre. Supongo también que en algún momento, por error o porque no le quedaba otra, el señorito tuvo que comer el salmorejo de los labriegos, y como tonto no era le pareció riquísimo y se llevó la receta a casa. Eso sí, para hacerlo más fino y diferenciarlo del de los pobres le añadiría el huevo duro y, sobre todo, el jamón.

Después de aquel viaje incorporé el salmorejo a mi recetario habitual. Yo le añado, además, un chorrito de vinagre de vino blanco, aunque creo que no está entre los ingredientes tradicionales del salmorejo. Si algún cordobés lee esto que me perdone, pero es que a mí me gusta el puntito que le da. No es un ingrediente obligatorio, así que vosotros mismos. Una vez dicho esto nos ponemos ya con este plato, ideal para cuando aprieta el calor. Aunque a mí también me apetece muchas veces en pleno invierno, para qué nos vamos a engañar. 

Ingredientes:
  • 1 kilo de tomates bien maduros
  • 200 g de un pan de trigo blanco que tenga buena miga (mejor si es del día anterior)
  • 1 diente de ajo
  • 125 g de aceite de oliva virgen extra
  • 1 chorrito de vinagre de vino blanco (opcional)
  • 1 cucharadita de sal
  • Huevo cocido
  • Jamón serrano (o ibérico, si estáis generosos)

Elaboración:
  • Empezamos lavando los tomates, cortándolos en cuartos y triturándolos, con piel, pepitas y todo. Reservamos.
  • Cortamos el pan en trocitos y le añadimos el tomate triturado, haciéndolo pasar por un colador para deshacernos de las pieles y pepitas que hayan podido quedar. (Puede parecer más sencillo y menos trabajoso pelar los tomates, pero hacedme caso, lo de colar el tomate triturado es lo que marca la diferencia entre un buen salmorejo y uno perfecto, suave y sedoso).
  • Dejamos que el tomate empape el pan durante unos minutos, añadimos el diente de ajo, la sal y el vinagre (si hemos decidido ponerlo) y trituramos todo bien.
  • Ha llegado el momento de añadir el aceite y batir todo de nuevo, emulsionando bien para conseguir esa crema que, de repente, pasa del rojo a un color naranja precioso.
  • Sólo nos queda dejar enfriar nuestro salmorejo en la nevera durante un rato y añadirle huevo picado y jamón antes de servir.

jueves, 13 de agosto de 2015

Infusión de naranja y cardamomo


Seguimos en pleno agosto, inmersos el la enésima ola de calor de este verano. Al menos de Despeñaperros para abajo, porque me da la sensación de que para la mayoría de los hombres del tiempo el norte no existe. Y eso que este está siendo un verano más caluroso y menos lluvioso de lo habitual en el norte.

Pues ya veis, con estos calores y yo sigo en mi lucha personal por intentar dejar la Coca Cola. El resto de refrescos no me hacen mucha gracia y no es plan de darse a la cerveza, más que por el miedo a ir borracha todo el día por el pavor que me produce pensar que voy a pasar 24 horas en el baño; no le encuentro explicación, pero es que bebes cinco cañas y meas diez.

Así que he decidido seguir con las infusiones. Los típicos tés de sabores los dejo para el invierno, aunque tomarlos con hielo es una buena opción para el verano. Pero hay que reconocer que calentar una bolsita o infusionar una cucharadita de mezcla de hojas en una taza de agua caliente no daría mucho juego para la entrada de un blog. Así que nos lo vamos a currar un poco y nos vamos a tomar la molestia de exprimir unas naranjas y abrir unas vainas de cardamomo.

Por cierto, si nunca habéis probado el cardamomo igual es recomendable que bajéis un poco la dosis. A mí me gusta su sabor, pero es verdad que en un primer momento su sabor puede resultar un poco agresivo. Pero hacedme caso, es sólo una primera impresión, porque es una especia a la que se le coge el gusto muy pronto. Animaos, que esta infusión es una buena idea para iniciarse.

Ingredientes:
  • 500 ml de agua
  • 500 ml de zumo de naranja recién exprimido
  • 6 tiras de corteza de naranja
  • 6 vainas de cardamomo
  • 4 cucharadas de azúcar (o una colmada de stevia)

Elaboración:
  • Empezamos por algo tan complicado como exprimir el zumo de naranja.
  • Ponemos las vainas de cardamomo sobre una tabla de cortar, las abrimos aplastándolas con el lado de un cuchillo y sacamos los granitos que lleva dentro.
  • En un cazo suficientemente grande ponemos el agua, el zumo de naranja, los granos de cardamomo, la corteza de naranja y el azúcar y ponemos a cocer a fuego medio, sin dejar de remover, durante unos 10 minutos (el azúcar tiene que quedar perfectamente disuelto).
  • Subimos el fuego, dejamos que hierva durante un par de minutos y retiramos el cazo del fuego.
  • Antes de meterla en la nevera dejamos que enfríe 2 horas, y en el refrigerador al menos otras dos horas más.
  • Para servirla sólo tenemos que colarla y añadirle hielo.



domingo, 9 de agosto de 2015

Huevos rellenos


Pues aquí estamos, empezando el mes de agosto e inmersos en la enésima ola de calor. Y así las cosas a la gente le gusta ir a la playa o la piscina. Incluso a pasar el día entero allí. Telita.

Como veis, la idea no me agrada demasiado. No le encuentro sentido a pasar 12 horas tirado en la playa, escuchando la conversación de esa familia de la meseta, que ha decidido que el mejor sitio para ponerse era en el borde de tu toalla. No le encuentro el sentido a aguantar a niños corriendo y que siempre acaban llenándote de arena, normalmente cuando te acabas de embadurnar de crema. Y no le encuentro sentido a hacer cola en el chiringuito para comer unos calamares congelados a precio de chipirones de potera.

Dicho esto, tengo que reconocer que de vez en cuando me toca ir a pasar el día a la playa. Y que a veces lo paso hasta bien. Como en julio, cuando mis amigos Fran y Víctor vinieron a verme a Sanxenxo (donde mi familia pasa el verano todos los años) y fuimos a pasar el domingo a La Lanzada. Como señores, eso sí. Alquilando tumbonas y sombrilla. Con cervecitas frías. Comiendo en un chiringuito donde Fran se ofendió muchísimo porque la ración de sardinas sólo traía cinco sardinas.

Para no llevarse esas decepciones una opción es llevarse la comida de casa. En una neverita, a poder ser. Para que todo se mantenga fresco y en perfectas condiciones higiénico sanitarias, porque a lo que me niego rotundamente es a llevar la típica tortilla de patata, que siempre acaba reseca, y los aceitosos filetes empanados. A no. Yo os propongo unos huevos rellenos, que se pueden comer en dos bocados y no necesitan ni plato ni cubiertos.

(* No os doy cantidades para esta receta porque es un poco a ojo. Depende de la cantidad de huevos que queráis hacer y si os gustan más cargados de una cosa que de otra).

Ingredientes:
  • Huevos cocidos
  • Bonito en aceite
  • Anchoas en aceite
  • Cebolleta
  • Aceitunas rellenas (las mías eran rellenas de pimiento rojo)
  • Pimiento verde
  • Mayonesa
  • Ketchup
  • Sal
  • Pimienta

Elaboración:
  • Lo primero  que tenemos que hacer es cocer los huevos y dejar que se enfríen. ¿En cuánto tiempo está cocido un huevo? Según mi padre en 10 minutos desde que el agua empieza a hervir. Y yo me lo creo. (Es importante sacar los huevos de la nevera unos minutos antes de cocerlos para que se templen y no se agrieten. Se ponen en un cazo con suficiente agua para cubrirlos, se enciende el fuego y se empiezan a cocer.)
  • Mientras se enfrían los huevos vamos cortando el pimiento verde, la cebolleta, las aceitunas, las anchoas y el bonito de forma muy fina.
  • Cuando los huevos estén fríos se cortan por la mitad y se sacan las yemas.
  • Machacamos las yemas con un tenedor hasta conseguir una pasta y añadimos el resto de ingredientes que hemos picado.
  • Añadimos mayonesa, ketchup, sal y pimienta y mezclamos todo bien.
  • Llega la parte más difícil: rellenas los huecos que nos han dejado las yemas en cada mitad de huevo de forma que nos queden lo más bonitos posible. Yo los he decorado con un trocito de anchoa, pero eso es opcional.

Un extra:
  • Probablemente os sobre relleno. O no. Igual es que yo soy una exagerada y por eso siempre hago de más. Pero si a vosotros también os sobra lo podéis utilizar para hacer unos sándwiches o rellenar cestitas o volovanes.